Diez personas, entre adultos, chicos y un bebé, llegaron a la Terminal Mariano Moreno en tránsito hacia la frontera con Uruguay. Perdieron un colectivo y se quedaron sin recursos. Durmieron una noche en la estación y la Municipalidad activó un protocolo pero de “situación de calle”. La ONG Migra debió hacerse cargo del caso y la familia estuvo una semana en la ciudad
Día 1. La familia era numerosa. La madre y jefa del grupo, el padre, los hijos más grandes, la joven que ya los había hecho abuelos, los chicos más pequeños y hasta el nieto bebé. Eran diez en total que llegaron a Rosario en un colectivo que partió desde Jujuy y arribó a la Terminal de Ómnibus Mariano Moreno. Venezolanos que dejaron su país ocho meses antes y venían bajando por el continente. Su destino final era Montevideo. Antes, debían pasar por Colón, Entre Ríos, para cruzar la frontera hacia Uruguay, donde los esperaban familiares.
Pero ese día, el martes 19 de septiembre pasado, en que Rosario debía ser un lugar de tránsito, apenas una conexión de algunas horas, un imprevisto lo complicó todo.
Una amenaza de bomba a las 15 en la terminal cambió los planes y el lugar fue desalojado. El colectivo que debían abordar salía hacia Colón esa misma tarde pero la familia venezolana lo perdió, por la conmoción y la confusión entre los andenes. Se hizo de noche y quedaron varados en la ciudad, ya sin pasajes. No había nadie para darles respuesta. Los cuatro adultos y los seis chicos, algunos con ojotas y pantalones cortos, durmieron en la estación.
Esa falla desnudó que, más allá de redes solidarias y buena voluntad, hay una carencia de protocolos oficiales y articulados entre organizaciones internacionales, autoridades de gobierno y ONGs locales dedicadas al trabajo con migrantes forzados y refugiados.
Día 2. El miércoles 20 de septiembre el alerta por la situación de extrema vulnerabilidad del grupo llegó a la Municipalidad. Nicolás Gianelloni, el secretario de Desarrollo Humano y Hábitat, se hizo cargo de la urgencia. “A nosotros nos llega como una situación de calle pero la familia estaba en tránsito, no eran residentes de la ciudad. Había nenes chiquitos, era delicado”, recordó en diálogo con Rosario3.
A los integrantes de la familia, la Cruz Roja de Jujuy les había comprado los tickets en micro hasta la frontera de forma online y no se hicieron cargo de la situación que se desencadenó al quedar varados. Ellos ya habían cumplido con su parte.
“Caminemos”, dijo la mujer mayor de la familia venezolana y todos empezaron a marchar con su mochila del Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), los niños a cuestas y el cochecito con una rueda rota. No tenían plan más allá de seguir avanzando hacia la frontera. Hasta que los alertaron que transitar de noche era peligroso, que les podían robar sus pertenencias y al final decidieron quedarse en la terminal.
Para la gente que trabaja en las ventanillas de la Mariano Moreno ese hecho no fue algo inusual: ya hubo casos de migrantes sin recursos que durmieron ahí. El secretario municipal consiguió un alojamiento para que no quedaran expuestos una segunda noche sin techo ni comida.
También notificó de lo ocurrido a la delegación local de Dirección Nacional de Migraciones pero esa oficina no dispone de fondos para asistencia humanitaria o traslado de personas (su rol es el control de ingreso, egreso y permanencia de personas en el país).
Por eso, Gianelloni llamó a la abogada Paula Carello, coordinadora de la Fundación Migra, una ONG local que trabaja en la protección de personas en situación de movilidad. Solicitó apoyo para destrabar el conflicto de los pasajes y acompañar un paso fronterizo seguro hacia Uruguay.
Día 3. El jueves 21 el equipo de Migra se acercó al alojamiento donde estaba la familia y entrevistó al grupo para conocer su situación, el destino final y los contactos del otro lado de la frontera. Desde la Cruz Roja de Jujuy le respondieron que habían sacado los pasajes en colectivo pero no podían volver a hacerlo. Carello se contactó entonces con la coordinadora de la Asociación de Venezolanos en Rosario, Milagros Marcano Robles, quien se puso a disposición.
En momentos como ese es cuando la existencia de un protocolo de acción claro y coordinado para asistir a migrantes y desplazados es vital. Algo similar ocurre cuando arriban a los puertos de la región jóvenes africanos escondidos en barcos como polizones. Son pocos, ocurre de forma episódica, pero nadie sabe bien qué hacer con ellos y se activan las redes solidarias, con o sin apoyo estatal. En síntesis, se notan los efectos de una ausencia de gobernanza del tema con “enfoque integral”, algo que los Estados se han comprometido a hacer tanto desde la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible como en el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular.